Claro que conozco la historia de como estos pies llegaron a esta terraza, a este atardecer de mate, amor y galletitas. Pero no la voy a contar ahora. Más que nada porque la mayor parte de la trama la sé de oídas y el resto lo intuyo. Pero es una historia hermosa, porque cuando hay lucha todas las historias son hermosas. Me gusta cuando pasa el ardor central del sol y del amor. Me gusta el atardecer. Pero no como ocaso, sino como testigo de nuestra quemadura, como promesa de que nos arderá nuevamente mañana. Me gusta mucho esta historia. Algún día la contaré.
Este es mi deseo para el 2013:
Les deseo a todos muchos atardeceres felices junto a los pies que aman.