jueves, 3 de enero de 2013

BABYLON

Durante muchos años fui muy petiso. En la escuela primaria fui siempre el más chico de la clase. En la secundaria también. Pero además en la adolescencia seguía teniendo cara de nene de jardín, y eso era peor todavía. En el viaje de egresados parecía el hermanito plomo de alguno de mis compañeros. En la puerta de los boliches me miraban y dudaban de si debían dejar pasar a la criatura que les parecía yo. Con los años, más o menos diecinueve, llegué a un modesto metro setenta y uno y me emparejé con la altura media de los muchachos rioplatenses. Pero mientras tanto sufría.